¿Qué estamos haciendo con el Medio Ambiente?

El medio ambiente es un sistema formado por elementos naturales y artificiales que se interrelacionan y están modificados por la acción humana. Digamos que es la correlación entre la interacción humana y el medio natural.

Y antes de ponernos profundos, me gustaría recordar mi infancia. Un río cualquiera, de aquellos a los que nuestros padres nos llevaban a bañarnos algunos fines de semana, hacer pic-nic y jugar, pasando el día, como tantas y tantas familias hacían de vez en cuando.

Recuerdo la última vez porque se nos quedó grabada. Disfrutábamos del baño con niños que apenas conocíamos, a los que nos unía la ilusión de disfrutar de un pasatiempo sano en familia y con una naturaleza a nuestro alcance.

Beceite, en la actualidad. Muchos ríos se han recuperado o se están recuperando. Es un priviliegio.

A lo largo del día empezaron a aparecer una serie de montañas de espuma en la superficie del agua, hasta que comenzaron a ocupar todo el cauce. Aunque ya antes alguien dió la voz de alarma y nos obligaron a dejar el baño, creo que todos los niños ya percibíamos que algo grave estaba pasando. No hubo protestas para salir del agua porque lo que ocurría era bastante evidente. Era una espuma fuerte, sucia y amenazante.

El día se dió por finalizado despues de la comida, y también recuerdo ver a adultos congregados en la orilla, hablando con preocupación. Una vez en el coche, nuestros padres nos explicaron lo que pasaba y al pasar por diversos puentes pudimos observar que no era un vertido concreto, sino que se había apropiado de casi la totalidad del río durante muchos kilómetros y la espuma seguía creciendo. Mirábamos hacia atrás entre lágrimas y veíamos cómo esa amenaza colonizaba nuestro río. Nunca volvimos a disfrutar de los ríos de la provincia.

Hay que decir que se ha hecho mucho desde entonces, y que gran parte de esos ríos vuelven a estar libres de contaminación. Lo de bañarse, será otra cuestión, porque en gran parte ya no hay agua suficiente para ello.

Hemos pasado muchos años de sequías y cambios en el clima. Además, las macrociudades vacían amplias zonas rurales y amplían su zona de expansión, consumiendo cada vez mayores recursos (que a su vez no los regeneran, aunque lo que sí que generan son residuos, no siempre bien gestionados). El agua (que no se renueva) se ha ido sacando de embalses que surtían a un territorio rural, (el cual ha tenido que echar mano de los acuíferos subterráneos) y el nivel de la capa freática ha retrocedido. Muchos ríos se secan o bajan mucho su caudal.

Muchos ríos ya sólo tienen un mínimo caudal al final del invierno, al principio de la primavera. Luego quedan secos.

Las necesidades de una industrialización voraz están esquilmando una serie de recursos que cada vez se necesitan más en la localización de las grandes urbes, normalmente alejadas de allí donde se producen naturalmente: el agua, los alimentos básicos que produce la agricultura y la ganadería, los combustibles, la energía…

Macrogranjas de producción intensiva sustituyen a una serie de explotaciones dispersas y sostenibles de carácter extensivo que no pueden competir por precio y deben buscar viabilidad de maneras imaginativas. Mientras se suceden vertidos de explotaciones sobre-dimensionadas que contaminan los acuíferos por saturación y filtrado. Las políticas de inversión y desarrollo locales suelen dar preferencias a estas explotaciones frente a la explotación extensiva tradicional, que vertebran el territorio y gestionan mejor sus recursos naturales, siendo una fuente natural de riqueza medioambiental. Las ayudas estatales priman la cantidad frente a la diversidad y a la gestión eficaz del territorio, lo que se traduce en un agravio comparativo que frena la competitividad sana y aboca a la desaparición de las micro-empresas tradicionales, provocando más despoblación y precariedad.

Mega-factorías surcan los mares pescando indiscriminadamente, sin respetar los ciclos biológicos, ni dando tiempo a que el ecosistema se regenere por sí mismo. Artes de pesca destrozan el fondo marino. Tanto la contaminación de muchos ríos, como la mala gestión del despiece del pescado a bordo se transfieren al pescado que se comercializa en nuestros mercados. Metales pesados, micro-plásticos presentes en todos los eslabones de la cadena trófica, parásitos (como los anisakis)…

Abonos y productos fito-sanitarios han ido empobreciendo paulatinamente la tierra de manera que crean un círculo vicioso porque, ya sin ellos, muchos suelos han perdido la estructura de vida que proporcionaban los micro-organismos y los insectos que fertilizaban naturalmente la tierra, la aireaban y dotaban de vida y consistencia. La estructura de la tierra se pierde y sólo quedan estratos débiles y sin cohesión que son demasiado sensibles a la lluvia y la erosión. Esto causa una pérdida sensible de sustrato en las capas externas, que escapa por escorrentía y se pierde.

Hábitos de cultivo que no respetan la bio-diversidad y generan pérdidas ecológicas a medio y largo plazo. La industrialización de los procesos (y su demanda de productos de fórmulas mágicas) favoreció que se arrasaran amplias áreas de terreno para reconvertirlas en cultivos intensivos, exterminando flora, fauna e incluso los asentamientos humanos.

La globalización de los mercados también trajo la propagación de especies invasoras de todo tipo, algunas muy difíciles de combatir. Incluso las abejas están seriamente amenazadas, y ya sólo eso sería una señal de alarma suficiente como para pensar en que hay alguna cuestión en la que podemos hacer algo inmediatamente. Tanto el sistema jurídico-comercial de las semillas, como el de los fito-sanitarios ha sido objeto de análisis en los medios informativos de forma profusa.

Muchos productores han hecho mucho por la tierra y podemos disfrutarlo gracias a ellos.

La buena noticia es que muchos antes que nosotros se dieron cuenta hace tiempo y se pusieron en marcha. La buena noticia es que la sociedad se va concienciando poco a poco, gracias al trabajo de esta gente. La buena noticia es que todos nosotros, al margen de la política, podemos hacer algo.

La solución la tenemos cada uno en un acto tan sencillo y a la vez tan poderoso como es el gesto de decidir (en la medida en que encaja con nuestra vida) qué es lo que compramos. «Comprar» es lo que legitima o deslegitima una actividad económica. Las grandes corporaciones están muy atentas a las tendencias y cada vez implementan los cambios con mayor celeridad. ¡Es el mercado! Pero no hay mercado sin consumidor. Y el consumidor somos nosotros.

No es necesario hacer de tu vida un manifiesto, no es necesario practicar el activismo, no es necesario cambiar tu vida a base de decisiones incómodas. Siempre se puede planificar una parte de tu compra, la que sea más sencilla, para dar su lugar a aquello que nos emociona y alimenta, y observar los resultados, los beneficios que percibiremos enseguida. Se trata de practicar la Compra Responsable. Aunque sea una vez al mes.

Si una de cada cinco familias dedicara una compra mensual a determinados artículos que provengan de productores concienciados con el medio, con la tradición, con la diversidad, con la calidad, el impacto sería de tal envergadura que daría un vuelco al sector. Y está en nuestra mano. En la medida que nos es posible, esta es una de las maneras de practicar la Compra Responsable. Otra consiste en mirar las etiquetas de los productos, huir de determinados ingredientes, de determinados procesos, en estar informados y en comer y vivir sano. Tan sencillo, ¿no? (…)

En nuestros artículos procuraremos ser concisos y claros para ofrecer una visión objetiva de nuestro mejor medio ambiente posible a través de los alimentos y vinos artesanos, y la verdadera repercusión que esto tiene en la conservación del Territorio y la Bio-diversidad.

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